Capítulo
7
Cuando
mi padre llega a Burgos “se le cae el alma a los pies”; siente una tremenda
decepción, le defrauda la nueva ciudad a la que llega. No tiene nada que ver
con la ciudad que deja atrás y de la que empieza a sentir añoranza de forma
inmediata y de la que siempre tendrá un grato recuerdo.
Esa
ciudad era para empezar de interior, no había mar- algo que echaban mucho en falta- y tenía un
clima continental con temperaturas extremas, lo que suponía unos inviernos muy
duros. También determinaba su situación geográfica en la meseta castellana que
el paisaje fuera llano y monótono, de colores ocres típicos de la zona.
En
cuanto al ambiente de la ciudad, era austero, muy serio y tradicional, típico del interior de España, habitada como
se solía decir en aquella época, por “curas y militares” y poco más.
Tras
conocer su nuevo colegio, la decepción que sintió fue, si cabe mayor, que la
que le produjo la ciudad. La Salle de Tarragona se componía de dos edificios
grandes, modernos y funcionales, unidos en ángulo recto, delimitando una finca
grandísima donde se habían diseñado los patios para el recreo, canchas de
balonmano, baloncesto y voleibol, hockey, etc. Por el contrario, La Salle de
Burgos constaba de un solo edificio de bastantes más años, que se notaba antiguo,
y los patios y canchas deportivas estaban reducidos a la mínima expresión.
Pese
a todo ello, mi padre se adaptó bien a los cambios, tuvo su
pandilla con vecinos de la barriada militar, con los que compartió el final de su etapa infantil y su
etapa adolescente, y acabó siendo feliz en Burgos sacando partido a lo que la
ciudad ofrecía.
Mientras
iban pasando los años de adolescencia, mi tía Helen, es decir, la hermana de mi
padre, también se iba haciendo mayor y se relacionaba con las niñas vecinas de
su urbanización, de las que la mayoría iban a su mismo colegio que solo era de
niñas.
En Burgos
mi abuelo ya solamente trabajaba en la banda militar, por lo que tenía mucho
más tiempo libre para disfrutar de la familia y las amistades que les visitaban.
Como
ya he comentado en otro capítulo, la abuela de mi padre se fue a vivir con
ellos y en Burgos también está con ellos hasta que al cabo de unos años vuelven
a Santander.
A
su vez, el tío de mi padre se ha casado y va formando su familia, por lo que en
ocasiones la abuela Amalia también se viene a pasar algunos días con ellos
aquí.
Por
parte de ese tío, mi padre tiene 4 primos: 3 chicas y 1 chico. Hoy en día están
casadas 2 primas y a su vez tienen hijas, pero quedan dos sin casarse y sin
descendencia.
El
tiempo va transcurriendo con la monotonía diaria, entre semana yendo al colegio
y haciendo los deberes por las tardes. Mi padre fue buen estudiante y aprobó
todos los cursos en junio, sin repetir nunca. Los fines de semana los pasaba
jugando primero a fútbol y, más tarde, a baloncesto, con los equipos del
colegio en el campeonato escolar y con la pandilla de amigos, en la ciudad deportiva
o en el centro de Burgos, dando paseos y empezando a quedar ya con chicas.
Pero
llega un momento en que tiene que decidir qué estudiar cuando termine el Bachillerato
y haga el COU. Mi abuelo siempre quiso que estudiara la carrera militar (por
una única, pero muy importante razón para él, que era que eso le aseguraría a
mi padre su futuro laboral como funcionario militar), como finalmente harían
tres de sus cuatro amigos,
aunque nunca
presionó a mi padre, quien rechazó tajantemente esa opción y se inclinó por la
Medicina, haciéndoselo saber así a sus
padres. Mi abuelo se sintió decepcionado, pero respetó la decisión de su hijo.
En
cualquier caso, fuera cual fuera la decisión, tendría que salir fuera de Burgos
porque en esa ciudad no había en aquel tiempo posibilidad de emprender ningún
tipo de estudios superiores.
Ante
eso, la opción fue estudiar Medicina en su ciudad natal, Santander, pero en
aquellos tiempos la libertad de elección de centro universitario no existía. Cada
alumno debía emprender sus estudios obligatoriamente dentro del llamado ”distrito universitario” donde había cursado
el COU, permitiéndose escasísimas excepciones y siempre por razones de fuerza
mayor.